¿Resistirá la unidad occidental?
Documento Bajo derechos de autor: Juan Sebastian CH
¿Resistirá la unidad occidental?
La unidad de acción occidental experimentada en la respuesta a Rusia durante las últimas semanas ha sido imponente, una sorpresa para muchos, explicable por la gravísima situación para la seguridad europea que ha supuesto la invasión de Ucrania. En el pasado, la división, de forma especialmente intensa al tratar con Rusia, ha sido el gran talón de alquiles que ha mermado la capacidad de la Unión Europea para dotarse de una auténtica política exterior. Hoy las cosas han cambiado de manera casi radical, pero cabe preguntarse si la unidad de los aliados resistirá conforme el escenario en Ucrania evolucione. Una guerra larga o el recrudecimiento de los ataques a civiles tensionarán, sin duda, el actual concierto occidental.
La contundencia de la respuesta occidental, por ahora, es formidable. En pocas semanas, se han puesto en marcha hasta cuatro rondas de sanciones, se han congelado activos del Banco Central de Rusia en el exterior y se ha tomado la decisión de dotar de armamento a Ucrania con financiación del presupuesto regular de la Unión, entre otras medidas que han superado con nota el examen exprés de la necesaria unanimidad.
Pero una quinta ronda de sanciones podría tensionar la unidad europea. Las acciones tomadas hasta la fecha han supuesto un durísimo golpe para la economía rusa, pero la ofensiva militar continúa. De hecho, los ataques contra objetivos civiles se han recrudecido y los llamamientos del gobierno ucraniano para aumentar la presión sobre Rusia van a ganar peso en las capitales occidentales. Volodímir Zelenski reclama, entre otras medidas, que las sanciones afecten a todos los bancos rusos y que el gas y el petróleo, los grandes financiadores de la maquinaria de guerra de Vladímir Putin, sufran un embargo. Las ventas de estas materias primas suponen para la economía rusa unos ingresos diarios de unos 600 millones de dólares.
Polonia y los países bálticos están a favor de atacar el frente energético, como ya han hecho Estados Unidos y Reino Unido, cancelando sus importaciones de petróleo, si bien estos representan una cantidad mucho menor que para el conjunto de la UE. El comisario de Comercio, el letón Valdis Dombrovskis, también reclama atacar este sector, pero el asunto no es fácil. Los Veintisiete importan de Rusia el 40% de gas, el 27% de petróleo y el 46% de carbón que consumen.
Hay países como Alemania y Hungría, muy dependientes del gas ruso, que se oponen de manera frontal a actuar en esta área. El debate tampoco es nuevo porque en 2014, tras la invasión de Crimea y las tenues sanciones europeas, Polonia y Lituania reclamaron sin éxito atacar el frente energético. Ahora todos coinciden en romper este nexo con Rusia, pero la forma y los plazos para hacerlo no están claros.
La posibilidad de un cisma este-oeste dentro de la UE quedó patente con la visita a Kiev de los primeros ministros de Polonia, Mateusz Morawiecki, República Checa, Petr Fiala, y Eslovenia, Janez Jansa, la semana pasada. El episodio dejó a la Comisión Europea y al Consejo con el pie cambiado, proyectando la idea de que existen distintos grados de solidaridad en la Unión con Ucrania.
Ampliando el foco, cabe preguntarse sobre la sostenibilidad de la concertación transatlántica. La sintonía de Joe Biden con sus aliados europeos parece perfectamente engrasada. El presidente estadounidense viajará esta semana a Bruselas para participar en una cumbre de la OTAN y otra de la UE donde se espera reforzar un mensaje de unidad frente a la guerra. La caótica salida de Afganistán, sin planes ni estrategia compartida entre europeos y americanos, parece entrar en la categoría de agua pasada.
Pero hay posibles cuestiones que pueden tensionar la unidad a ambos lados del Atlántico, como puso en evidencia el episodio del malogrado envío de cazas MiG polacos a Ucrania. Destacan los límites al involucramiento militar en la guerra. El acuerdo parece unánime: unos y otros recalcan que una confrontación directa con Rusia está fuera de duda porque propiciaría una escalada global de proporciones inimaginables. Hasta ahora, los llamamientos desesperados por parte de Zelenski para cerrar el espacio aéreo de Ucrania han sido desoídos. Biden, sin embargo, ha sugerido, de forma ambigua, que el uso de armas químicas por parte de Rusia debería tener otras consecuencias, sin especificar cuáles. Pesa el precedente de Barack Obama y sus líneas rojas en Siria, cuyo cruce no tuvo consecuencias significativas.
Por ahora, la administración Biden ha aprobado la entrega de nuevo armamento, valorado por el Pentágono en 1.000 millones de dólares, incluido un centenar de drones armados. Las fuerzas ucranianas utilizan drones de fabricación turca con gran eficacia para frenar el avance ruso.
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